sábado, 6 de febrero de 2016

Mi cabeza a mi favor que para criticar ya están los demás



Hoy me gustaría reflexionar sobre algunos pensamientos negativos que surgen de manera espontánea en nuestra cabecita, pudiendo llegar a causarnos malestar, a paralizarnos en la consecución de nuestros objetivos personales y profesionales, incluso podemos desarrollar una depresión.

Tengamos muy claro que no podemos controlar opiniones negativas provenientes de otras personas. Me refiero a las críticas no constructivas, que otros nos ofrecen gratuitamente, de forma directa o indirecta. Yo no puedo controlar la percepción que los demás construyen acerca de mi persona. Ni debiera preocuparme por ello. Lo verdaderamente importante es lo que tú crees acerca de ti. No debemos permitir que influya en nosotros esas percepciones, a no ser que de críticas constructivas se tratase. Enfoquémonos en aquello que podemos controlar, y no perdamos nuestra energía en aquello que se escapa de nuestro control.

Gracias a la plasticidad neuronal podemos acabar con este tipo de pensamientos y sustituirlos por pensamientos positivos.

Una cosa es ser crítico y objetivo con uno mismo, y otra muy diferente, permitir que estos pensamientos negativos boicoteen lo mejor de nosotros mismos. Si no sabemos controlarlos, pueden acabar creando una situación de inseguridad, ansiedad e ira que, a su vez, genera nuevos pensamientos negativos formándose un círculo vicioso del que no es fácil salir.

Lo primero que tenemos que hacer es identificarlos y entender que se trata de pensamientos de los que no somos responsables, de forma consciente.

Normalmente se trata de frases cortas que aparecen en nuestra cabeza una y otra vez, en forma de recuerdos, suposiciones o autorreproches, como la reconstrucción de un suceso pasado “si hubiera hecho x, no habría pasado x”, la creación ficticia de un suceso futuro “siempre hago mal x, y en futuro volverá a ocurrir lo mismo”, o una exigencia culpabilizadora “tendría que haber hecho x, debería hacer x…”.

Si logramos identificar estos pensamientos y analizarlos fríamente nos podemos dar cuenta de lo ridículos que resultan en la mayoría de ocasiones, neutralizarlos y relativizar su importancia.

Pensamientos tan frecuentes como “No tiene sentido intentarlo”, o “No va a funcionar”, solo nos lleva al inmovilismo, a no intentarlo nunca, perdiendo con seguridad numerosas y maravillosas oportunidades.

También ocurre que, si algo ha pasado una vez, volverá a repetirse. “Siempre pierdo las llaves, así que las volveré a perder”, decimos. Este pensamiento puede sustituirse por uno más práctico: "He perdido varias veces las llaves, tengo que ver la forma de no ser tan despistado".

En ocasiones ni cuando nos ocurre algo bueno estamos contentos. “Sí, me ha salido bien el examen, pero cualquiera puede hacerlo mejor”. Yo si hago algo bien, me premio. No me comparo con los demás. Y me alegro del éxito ajeno.

Hacerse la víctima, y crear melodramas innecesarios, es también algo muy propio: “No encuentro mi bolso. Me estoy haciendo vieja”. No te digas esto por favor.

A veces aparecen en nuestra mente en forma de insultos: “soy un inútil”, contra nuestra persona, o hacia los demás: “mi compañero es imbécil”, “mi jefe es estúpido”… Lo peligroso es que nos lo creemos, por lo tanto acabamos tratándonos a nosotros mismos o a los que nos rodean de forma acorde al insulto que les estamos dedicando.

Aunque la mayoría de nosotros tendemos a culpar al resto de nuestros errores, hay personas que se culpan de todo, incluyendo cosas sobre las que no han tenido ninguna responsabilidad. “Está enfadada por mi culpa”, es una frase que ha acabado con numerosas relaciones.

Si yo consigo hablarme a diario con cariño, con un lenguaje amable y amoroso, seguramente conseguiré cumplir mis objetivos, realizarme, llegar a ser quien soy en realidad. Pero si me paso el tiempo diciéndome cosas negativas acerca de mi, me alejaré muchísimo de cumplirlos.

La mente puede ser nuestra aliada, o bien, convertirse en nuestro peor enemigo.

Es por ello que debemos "entrenarla" a nuestro favor, igual que entrenamos nuestro cuerpo.

Feliz sábado!